viernes, 5 de julio de 2013

Diarios de la web. Virtuales II

03.45 am

PASIVODULCEYSENSUAL aparece en el viarosario nuevamente. Me hago pasar por otro. Cambio mi pseudónimo. Soy TELAPONGO. Y le miento. Digo que vivo en el centro, a cuadras de la Facultad de medicina, donde él  había confesado  que residía una vez. Me cuenta que él está cerca. Ya lo sé. Tu sinceridad en este espacio virtual, nene, será tu condena. Imagino y sonrío con un gozo intenso en la punta de la lengua. Declaro que tengo 40 años. A él le gustan los tipos mayores, entrados en la mitad de la vida. Eso también me lo confesó la última vez que chateamos. Y acto seguido, me vuelve  a invitar, compulsivamente, a que lo mire por la camarita. Entro. Es lo único que quería después de todo: esa posibilidad de acceso a su mundo de ropa revolcada sobre la cama y de sombría humedad en las paredes. Y ese culo, en un portaligas blanco esplendente. Pero ahora solo veo su cara de moro blanco. Un piercing, antes imperceptible, entre la nariz y el labio. Brilloso. Supongo que de plata. Y los hombros temblorosos, ante el tecleo o, quién sabe, la paja a escondidas mientras comienzo con mi jueguito. ¡Qué linda cama esa de ahí atrás, nenito! Digo y sé hacia dónde lo estoy conduciendo. Gracias -acota- y pregunta: -¿Querés que te muestre para qué está esa cama ahí? Claro. La obviedad subliminal, nene, si no la leés, es porque sos down. Pienso sin filtro. Pero le respondo otra cosa, más subliminal aún: -Sorprendéme. Y entonces se pone de pie y me muestra su tanguita blanca, mientras se pajea sin respiro. Se da vuelta y, nuevamente, son en el mundo sus nalgas redondas y gigantes recostadas en la cama. Escribe algo. Dice: -Esta bombachita es de mi mamá, ¿te gusta? Siempre se la uso cuando ella no está. La verdad, es que esto baja un poco la tensión sexual de la cosa, pero me calienta igual. Sigo caliente igual. Y dejo este detalle en un segundo plano. Lo olvido compulsiva e intencionalmente, mientras él, vuelve, también, a su perversión: -¿No me estarás grabando, no? Silencio prolongado. Se sienta frente a la pantalla. Otra vez pregunta lo mismo. ¿Me grabaste? Sí, le digo. No, no puede ser, se exaspera, ¿qué vas a hacer con eso? No sé, quizá lo guarde para pajearme en momentos de soledad, o tal vez para verlo con alguien y calentarlo o, tal vez, para obligarte a que nos encontremos. Ah, vos sos el de la Florida del otro día, me dice. No sé cómo pero la escritura o el deseo que en ella aparece, tarde o temprano, a pesar de todos los camuflajes posibles, siempre termina poniéndome en evidencia. Pienso y puteo. No, le respondo. No sé de qué me hablás. Y me hago el ofendido. Se ve que tenés varios pretendientes dando vueltas, ¿no? Perdoná, responde. Es que el otro día me pasó algo muy feo y estoy perseguido. Sé que eso muy feo, para él, es lindo. Lo sé como una verdad absoluta y fascinante. Y, por otro lado, me río, porque ¿qué le tengo que perdonar? Nada, nene, no te comas la novelita mexicana acá. Y ahora me cuenta que alguien le sacó fotos y las subió a Poringa, y que lo estuvo extorsionando por días enteros. Creo que me miente. Porque el de la Florida; o sea, yo, no le saqué ninguna foto, ni se las subí a ningún espacio virtual. Salvo que el de las fotos sea otro a quien él está haciendo pasar por el que fui el otro día acá en el viarosario y que, por suerte, ya no soy. O que el de la Florida sea otro de la Florida con el que sí concretó. Pero no quiero salirme del foco de lo que viene ahora. Me dice que esa persona lo humilló -repite la misma palabra que en nuestro primer chat- frente a todos sus amigos, y que él se sintió muy mal. ¿Querés ver lo que hizo? Me pregunta. Y entonces, siento que el artificio de su juego va ganando una dimensión macabra. Si ese alguien lo humilló, a él, ese hermoso PASIVOSDULCEYSENSUAL de la cam, ¿cómo es que quiere mostrarme eso que supuestamente tanto daño le produce? Porque, evidentemente, la humillación alimenta su deseo. Que alguien lo ponga en falta es lo que pretende, lo que busca. Y me pasa un link. La verdad, es que no puedo creer lo que veo. No diré más que eso. Les paso el link para que entiendan el vacío de palabras que esto implica: HACER CLICK ACÁ.  No tengan miedo. Lo que busca es que lo miren. 

04.35 am

No puedo más. Quiero verte. Uffa. Me dice el pendejo. Y yo caigo, sinceramente, en el juego de esa onomatopeya tierna e infantil. Le respondo. Y rompo con todos los límites encarcelados del deseo. 

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