lunes, 24 de junio de 2013

Diarios de la web - I. Virtuales

11 am

Hoy entré a viarosario. Pero no el común, sino ese otro, el que tiene camaritas donde podés ver a los chongos en exhibición. Mientras preparaba mis clases sobre Montaigne y Rabelais, PASIVODULCEYSENSUAL apareció con un sonido sinfónico en la pantallita. Era, al principio, apenas una etiqueta diminuta, en rojo, que me advertía que alguien quería hablar conmigo. Cliqué. Hola, me decía. Le respondí, claro. Y enseguida la pregunta previsible: ¿Qué buscás? Y la respuesta también previsible: Sexo express. Hubo un silencio de minutos enteros. En el medio, creo haber leído dos o tres parrafadas del ensayo "De la experiencia", y la muerte de los minutos de alguna manera coincidía con los efectos tediosos y extensos de la enfermedad que ahí se describía. Cada tanto miraba la pantalla. Otros empezaron a caer como moscas ante mi mensaje en el chat general que invitaba a tener sexo en espacios públicos. Siempre me calentó el outdoor. El más extraño de mi vida fue en una terraza en zona sur, del que me sacaron prácticamente a las trompadas el padre y el hermano de un rubio medio down que me había levantado en pedo en el Refugio. Cuando conocí a mi pareja, una vez nos cruzó en la estación de ómnibus de la plaza Sarmiento y quiso tomarme de la mano. Mi pareja se calentó. De una manera tan consistente que casi no me habló en semanas. Yo no fui, le decía. Y él más se enojaba. Ahora, está trabajando, mientras PASIVODULCEYSENSUAL me pregunta si lo estoy viendo. ¿Si estoy viendo qué? Y me doy cuenta de que debe estar exhibiéndose con la camarita en el chat general. Lo busco. Y sí, tiene la cámara activa. Cliqueo y no lo puedo creer: es lo más hermoso que he visto en años. Está en un mundo descascarado, una cama revuelta en el fondo, las paredes amarillas y mohosas y apenas una luz tenue. Él, con sus ojos verdes, el pelito crespo corto y una barba candado estetizada. Parece un moro, un morisco blanco de ojos verdes. Como esos gitanos pasionales de Lorca. Casi igual.Y entonces, reparo en el detalle: está en cueros y tiene puesto un corpiño. Blanco. ¿Te gusto? Me dice. Entonces reparo en que sabe que lo estoy mirando. Sí, le digo. No me saques fotos, te voy a mostrar algo, pero no me saques fotos. No, le digo. Entonces se levanta del asiento. Y el morisco de ojos verdes está montadísimo con un portaligas blanco con encajes. Y empalado, al punto de que la verga enorme y grandota le salta por la tanga transparente. Se da vuelta. Años que no veo un culo soñado como ese. Más me calienta. Los pasivos con pija grande me vuelven loco, casi que me enferman a decir verdad. No me saques fotos. Me repite y entonces advierto  en esa insistencia que de alguna manera me está pidiendo que lo haga. Que le saque fotos. Entonces le respondo que no lo hago, si nos encontramos. Me dice que no puede, que tiene que encontrarse con su novia. Más me enloquece: un pasivo, chongo, con novia. Nada más perfecto para estallar los límites de la perversión. Entonces, te saco fotos. No seas malo. Responde. Y le digo que le saqué fotos y que se las voy a publicar en facebook o en youtube si no accede a encontrarnos. Estoy lejos. Tomate un taxi. Yo te lo pago. No, no quiero. No me humilles, por favor. Y con carita de nenita que goza en primer plano, lo dice de nuevo: no me humilles, por favor. Y sé, inmediatamente, que esto me va a enfermar, que esto es el comienzo de un desbarrancadero. En pleno stréss, en pleno mundo de encierro y ensimismamiento  la puertita de escape necesaria. Si no venís, pajeate. Y empieza a hacerlo y yo ya no aguanto y acometo la misma tarea. Inevitable. Quiero cogerte, puto. Le grito -lo escribo como grito. Y me dice que siente que lo estoy cogiendo, mientras se lleva los dedos al culo y se los mete y un chorro de leche se ve que cae, allá, en el piso, del otro lado, en medio de contracciones de las piernas abiertas y del abdomen. Acá, lo mismo. Mojado, dejo de escribir para ir a limpiarme al baño. 

15 pm

Me llega un mensaje. ¿Te acordás de mí? Miro la foto. No lo puedo creer. Es el pendejo. Después de años reaparece para sacarme de la calma. Me meto en su muro. Se casó, tiene un hijo, es de central, se hizo tatuajes, está más grande, mucho más grande, y tiene el mismo abdomen con esos pectorales soñados que siempre, siempre, babeé con delirio. ¿Qué hago? ¿Le respondo? La puntada profunda del cuerpo dice que sí. Y una ternura, o no, mejor, eso que se despierta de golpe como una Bestia inaudita de deseo, de nostalgia, de todo eso junto, me dice que sí. Pero pienso en mi pareja y digo, no. Lo amo a él también por sobre todos los demás -aunque también pienso que esa sensación de endogamia ya no puede sostenerse a esta altura de la historia más que como un anacronismo moral y absurdo. El amor de pareja es una cosa, el de un amante, otra. La diferencia es irreductible y, por ende, ambos son igualmente necesarios. ¿Qué hago?

miércoles, 19 de junio de 2013

Solo hay un ganador

     No sé si son hormonas o qué. Lo cierto es que siempre me pareció de sexta el programa de Oscar, con su melena leonada y en pose permanente de sex symbol excitado. Una vez, por una publicidad del programa, con Fabián nos reímos tres o cuatro meses seguidos. Aparecía en primer plano en la tele, arrastrándose contra una pared, con unos velos tipo alitas de alguacil y, después de que una voz en off daba cuenta de una micro historia de los cuatro elementos (sí, esto en la tele), él aparecía y decía -su pelo al viento, su cara brillosa hasta la desfiguración por el maquillaje-: -Y yo, el viento, para hacerte volar.
     Solo esa frase nos bastaba para imitarlo y arrastrarnos por las paredes, tratando de  llevar al extremo la propuesta de Oscarcito. Todas las veces que aparecía, nosotros hacíamos el acting, superando cada vez con la mayor precisión los estilos y deformaciones caricaturescas que le habíamos puesto a la escena. De esto hará unos cinco años, hasta que el programa salió del aire y ya no tuvimos una diversión tan gratuita ni tan fácil. Anoche me di cuenta de que el programa volvió. Pero esta vez, mucho más dosificado de esos excesos preciosistas del pasado, aunque sin descuidar la centralidad de la melena leonada que esplende sobre un maquillaje grasoso notable. 
         De todos modos, lejos de llevarme a un ataque de risa -esta vez estaba solo con Wachiturra, preparando una clase-, apareció de golpe un video clip de moda con la música de Vicentico. El exceso de melodrama de esa música, su profundo clisé que anestecia las posibilidades de desenfocar la atención de él, de alguna manera impactaron de una forma tremenda en esta subjetividad cursi que me coopta -no pongo resistencias tampoco. "Solo hay un ganador", dice la letra. Y me acuerdo de los poemas de Petrarca y de Ronsard que acabo de leer, los de Labbé, allá en el Silgo XVI, con esa misma consigna, como insistiendo en algo, en algo que aparece para desubicarme del mundo. 
       Hace minutos, nomás, un ex le dio un me gusta a una foto. Me quedé paralizado. ¿Qué significa un me gusta suyo en esa foto? Me preguntaba y ahí me acordé de las vueltas en motos, durante las cuales él se masturbaba, tirando su cuerpo sobre el mío,después de emborracharnos, de esa vez en que me invitó a dormir a través de otros, a su casa, de cuando me ponía en pedo y se hacía el boludo para tocarme. Todo eso. Y al otro día, iba a la Iglesia, rezaba padres nuestros y aves marías que le permitían creer que había vuelto a la normalidad del pueblo. En fin, ¿por qué carajo me puso que le gustaba a esa foto y después, cuando le envié la solicitud de amistad, no me la aceptó? La misma histe(o)ria de siempre. Nada más. Volvió a ganar, a hacer la suya, otra vez. 
          Como el otro, ese otro, que hace unos días me escribió un mensaje en privado, pidiéndome que le diga dónde nos podíamos encontrar. ¿Para qué? ¿Qué pretenden todos ustedes de mí, así, juntos, todos juntos, queriendo regresar a mi vida para hacerme, como siempre, comprender, como en los poemas o en los temas de Vicentico, que "ya no quiero hablar de lo que vivimos, aunque duela hoy, esto ya pasó... Todo lo aposté, vos hiciste lo mismo, no hay más que decir, este ya es el fin. Solo hay un ganador y al lado un perdedor, la historia es siempre así, que me ha tocado a mí, solo hay un ganador y al lado un perdedor, la historia siempre es así, que me ha tocado a mí... Aunque la verdad solo nos lastime, no puedo cambiar lo que ya es así, siempre me sentí fuerte entre tus brazos, tonto fui al pensar que era mi lugar... Solo hay un ganador y al lado un perdedor, la historia es siempre así, que me ha tocado a mí... Es que está jugando dios con nuestro corazón"?
    Eso. Aunque no sé, nunca, en estos melodramas sentimentales que se viven al mismo tiempo, todos juntos, con tanto tanto amor, que te hacen desear  a cien, mil, un millón -yo soy legión dirán los puritanos idealistas-, no sabré, no sabremos, nunca, ni vos, ni yo, ni ustedes, quién es el ganador y el perdedor que repite la historia. Y me dejo escuchar por la música, hasta la melancolía extrema de algo que siempre estuvo perdido. El amor pasión -lo plantean todos los estudios- a fin de cuentas es eso que no es.