lunes, 19 de noviembre de 2012

La baba lumínica

Llegamos como se debía. En vivo y en directo. Ninguna foto, ninguna pantalla. Desde el principio, con todos mis prejuicios. Es que era demasiado: no solo un desfile de moda de Piazza, sino, además, en el City Center. Dos posibles motivos de vómito (y digo posibles, porque hasta que alguien no se enfrenta en lo real con el asco imaginario, no  sabe qué puede pasar). Toda la familia había venido a ver la presentación de un diseño que una de nuestras hermanas realizó como trabajo final. Encima el día tuvo todos los matices del desastre. Digamos, un pequeño apocalipsis doméstico que parecía llevar el mundo a su ruina al final de la tarde. Primero, mientras cocinaba el asado, un aluvión inundó el patio y terminé desaguando por todos los costados. Los pelitos pegados al rostro como globo pinchado. Y como no podía ser diferente en la patria binnerista, otro domingo en el que se corta la luz durante al mediodía -comimos adivinando qué pedazo de carne era el que teníamos enfrente, porque con la tormenta se había oscurecido el espacio como las nubes del cielo. Después, fuimos al shopping -paseo turístico obligado con la lluvia- y en un momento vemos que la má empieza a tambalearse y queda en una ridícula posición inclinada sujetándose la pierna. El zapato se le había desintegrado (esto es literal: era como si le hubieran aplicado un rayo desmaterializador invisible). Por lo tanto, menos que un apocalipsis no podía suceder -y coincidiría con el desfile. Supusimos.
Cuando llegamos al mundo lucecitas de colores, la cola daba la vuelta por toda la circunvalación rosarina. Era tan enorme, que pensamos que nunca entraríamos. Pero, a diferencia de las suposiciones, los organizadores del desfile habían previsto todo. Ingresaban diez mil personas por segundo a través de un sistema de detección por rayos láser que unos helicópteros lanzaban desde arriba en un escaneo mental.  Cuando reparamos en la concurrencia, el olor a cacerolos asqueaba. Habíamos presenciado, ya cuando estábamos con unos pies en el Casino, que los guardias de seguridad separaban a gente de las filas y los metían en jaulones como animales para transporte. Una grúa los elevaba y en la cima del edificio se abría una compuerta por la cual pasaban las jaulas. Pero no piensen mal. Esto era buenísimo. Pura beneficencia. La gente de las jaulas tenía problemas con la combinación de los colores de la ropa, al parecer, según los comentarios de unas mujeres, y Piazza se había asegurado de que les arreglaran las prendas acordes al evento. De modo que los llevaban a una pieza donde en el caso de que el problema fuesen los colores, les pintaban las prendas a la última moda en segundos. A los gastos, los hacían pasar por beneficencia y eso le redituaba al diseñador mediático un gran descuento en impuestos -esa forma sutil que tienen las clases acomodadas de evadir el pago de los mismos.
La mayoría de la gente a nuestros alrededores, era tan desagradable que tuve que contener los deseos piromaníacos más profundos; y encima para esos no había una máquina de cambios de cerebros como la de los colores. En un momento, debido a la ausencia de tal dispositivo, pensé en cómo sería posible construir uno con aspersores a través de los cuales lanzar ácido. Pero dije que eso era demasiado nazi y lo reprimí. Entonces, simplemente saqué mi lapicera esquelética y empecé a iluminar con luz roja todos los ojos y peinados de las señoras y de los chetitos. Se sentían tan mal con ese objeto repulsivamente groncho que su desprecio de clase les impedía asimilar (como el mío asimilar su exhibición burguesa de recursos), que en un momento, su repulsión llegó a  aumentar proporcionalmente mis ganas de joderlos durante todo el desfile con la lucecita roja en los ojos. La lapicera tiene la forma de un esqueleto con bracitos  y una cabeza gigante. Me la regaló la nona para mi cumpleaños. Si apretás los botones de los bracitos, estos se mueven como lanzando una piña, la mandíbula se abre y se encienden los ojos rojos que lanzan una luz del mismo color hacia el frente. Era el juguete necesario para contribuir al desastre, para marcar la diferencia de clase hasta la molestia o lo indigerible o el desconcierto -ese para qué esto, si no tiene sentido. Así que empecé a usarlo. La gente se ponía de pie tratando de encontrar la fuente de origen de semejante molestia. La señora de enfrente se daba vueltas cada dos segundos y me fruncía el ceño. Se veían movimientos de los guardias de seguridad en los costados. La lapicera esqueleto seguía encegueciendo chetxs. Ahora todos se ponían de pie y miraban hacia acá. La má empezaba a enloquecer. Cortála, cortála, ya gritaba casi. Mis tías no paraban de reírse. Mi hermana decía que las cacerolas largaban mucho olor cuando estaban así juntas y se movían tanto. Ahora aparecía insistentemente la firma de Piazza en todas las pantallas, hasta engullir el espacio, absorberlo, tragarlo. Todo era esa firma, reproducida en los rincones más oscuros con una luminiscencia perversa. La lapicerita esqueleto trataba de arruinarla, sobreimprimiéndoles encima insultos rojos. Pero no quedaban marcados y pocos, seguramente, percibían esas sutilezas. De todos modos, un par de guardias ya se apostaban encima de nosotrxs. Las firmas relampagueaban, ahora, con fotos del diseñador abrazado a desconocidos.
Un vídeo clip cortó la música tecno. La voz de la locutora dio la bienvenida. Los guardias me miraban. Hablaban por micrófonos ocultos en las mangas de las camisas. Entonces, se abrió la escena y apareció eso. La lapicera esqueleto cayó en el piso. Alguien la levantó y la puso en mi bolso. Nosotros estábamos absortos en eso que había irrumpido en escena. Caminaba como si destruyera el espacio, como si suspendiera las distancias de clase, la maquinaria, las firmas obsesivas y engullentes, los colores, el olor a cacerolos. Nada quedaba. Eran esos que aparecían y destruían la percepción con sus colores e insinuaciones. Anacronismos futuristas, futurismos anacrónicos, combinaciones de texturas, animales, selvas que nos perdían en fantasmas, que daban un suspenso que  sacaba de lo comprensible. Como si nada que. Eso. Era la posibilidad de que no fuera. Pasos desnivelados sobre una pasarela. Como si ni siquiera los cuerpos. La Belleza. Importase. Eran perchas que sostenían un mundo. Simples instrumentos para nada. Y aunque la firma y el espectáculo ultra capitalista y burgués, eso ahí, suspendía todo. Aparecía y desestabilizaba como si. La Moda. Aunque sin Belleza ni himno -o con toda. Ni felicidad -o esas felicidades que nunca podían ser una y por lo tanto eran no siéndolo. Como si. Unas Bestias montadas en un caracol perezoso nos arrastraran en la baba que dejaban en la pasarela. Lumínica.

viernes, 28 de septiembre de 2012

El arte de la provocación

Hace muy poco releí los textos de Benjamin sobre Baudelaire. Uno, particularmente, llamó la atención. [Pienso, además, que desde hace algún tiempo quiero escribir sobre esto y que por una u otra razón, nunca pude hacerlo. No es que hoy pueda. Pero hay algo así como una fuerza que impulsa y que me permite ensayar el intento.] El texto de Benjamin pertenece a Iluminaciones II. Poesía y Capitalismo. Se trata del capítulo "La bohemia". Allí Benjamin entiende que la posición de Baudelaire frente al mercado y a la literatura de su tiempo, puede ser leída a partir de las figuras del agitador profesional y del trapero. Respecto de este último, Benjamin da cuenta de las condiciones de relativa marginalidad del trabajo literario de Baudelaire frente al mercado , escogiendo como praxis un género literario que no reditúa económicamente de la misma manera que el género burgués por antonomasia -la novela- . Respecto de la primera figura, la del agitador, Benjamin entiende que Baudelaire -que participa de las trincheras de la Revolución del '48- irrumpe en escena precisamente a través de un fuerte carácter provocativo que, sabemos hoy, lo llevó a un proceso judicial, que perdió y que lo terminó alejando aún más de las posibilidades del éxito literario. Frente al mercado -y al anquilosado romanticismo de su época-, provocación y poesía, parecerían ser las fórmulas que Baudelaire elige para, como plantea Valery, distinguirse de sus contemporáneos.
Esa provocación de Baudelaire puede resumirse en la elección de una dicción poética que materializa lo que todos conocemos como una de sus obsesiones: la Belleza en el mal.. Porque escoger la belleza en el mal, implica, como sabemos, una separación de la ética y la moral respecto del arte, lo cual daría cuenta de su autonomía. Nada más claro que este alejamiento de lo bien pensante de Baudelaire a partir de su crítica "La escuela del buen sentido" en El arte Romántico. Sin embargo, el provocador sabe que para comprobar esta separación tiene necesariamente que ir más allá, enrareciendo la valoración plenamente positiva de su obra. Porque provocador es aquel que sabe qué decir para generar una reacción en el otro en determinados contextos y esto solo es posible bajo el ejercicio de una autonomía ficcional respecto de la moral o de los valores consentidos que enrarece la valoración del trabajo artístico para los contemporáneos. No es que Baudelaire no haya tenido críticas favorables en el momento de aparición de su obra; pero esas críticas no eran realizadas sin reparos. El provocador es el que pone en peligro su propia valoración como artista y, con ello, su obra entera.
Pienso que no es sino esto lo que ha realizado muchas veces Borges con sus frases desafortunadas y plagadas de contradicciones respecto de textos como Martín Fierro y Facundo o en relación con el propio Lugones, como él mismo reconoce. Pero también no es menos cierto que ese ejercicio de la provocación le generó y le sigue generando una caterva de reparos ideológicos y morales a la asimilación de su obra, como ironiza Fogwill respecto del camarada Borges en Un guión para Artkino. También, creo, y en otro sentido, es lo que Arlt hizo con el prólogo a los lanzallamas, porque para qué escribir un prólogo si no es para poner en riesgo la valoración del trabajo, de la obra, por el campo intelectual. La tarea del provocador, no necesariamente, como en el caso de Arlt, se juega en la sinceridad o en la verdad, sino en la construcción ficcional de una imagen que enrarece la propia valoración de la obra frente a unos valores hegemónicos. Porque el provocador es, más allá de la veracidad o mentira de sus dichos, aquél que vacía las palabras para arrojárselas al contrincante en el punto exacto donde se le puede meter el dedo en la llaga.  Y este cae como mosca, porque lo que el provocador actúa, como Arlt, como Borges o como Baudelaire, es un decir que nadie quiere escuchar, porque no puede, porque sus oídos están tranquilizados por lo común del buen sentido. Es por eso que ese enrarecimiento axiológico que el provocador lanza, ejerce efectos más allá de las textualidades mismas -aunque muchas veces desde ellas-, enrareciendo la expectativa de los lectores, incluso, después de su época. El arte de la provocación consiste, precisamente, en esa apuesta por una autoexhibición -a veces sincera, a veces actuada- que desata un poder de destrucción sobre el contrincante que termina, finalmente, vuelto sobre la obra propia. 

viernes, 10 de agosto de 2012

Notas insomnes.

I. 
El problema que arrastra el arte contemporáneo, sobre todo la literatura, es un residuo que se automatizó  y que devino tradicional una vez que hubo coagulado y explotado en las vanguardias históricas. Me refiero al sostén panfletario de una línea estética a la cual se amolda la experiencia literaria. Una línea que se sobreimprime para encauzar -¿qué otra cosa puede hacer una línea?- un flujo de experiencia en un vector con un sentido y con una dirección determinada. Se condiciona la literatura y, así, se termina aniquilando todo riesgo y, por lo tanto, cualquier tipo de poder experiencial con el lenguaje.

II.
En este sentido, aunque les pese a muchos, el límite es volverse un estilo o una firma reconocible. Creo que ese es el límite más notorio de las vanguardias que se generalizó como praxis, pero tambíén que devino valor estético. Crear una forma que cree su público y repetirla incansablemente como un gesto de retorno al origen cero de esa experiencia. Se impuso, entonces, un valor estético que devino hegemónico a lo largo del Siglo, y al cual la crítica especializada recurrió para canonizar y esgrimir unas obras sobre otras bajo los criterios de lo nuevo o de lo singular.

III.
El dispositivo objetivista, y a pesar de su indiscutible trabajo de rejuvenecimiento de la poesía argentina desde los '80, no hizo sino atrincherarse en una concepción de la poesía -no se podía hacer ni pensar otra cosa, era el momento, los tiempos lo imponían- y difundió esa visión en diferentes medios, sobreimprimiendo una forma de dicción poética que determinó políticamente la praxis poética. Se generó, así, una forma -un molde- de escribir que propulsó sus propios corrimientos y fugas epigonales desde su interior. Una forma que a pesar de nuestros esfuerzos, nos sigue y nos seguirá atravesando desde la potencia de su pasado.

IV. 
El objetivismo consolidó, así, una supresión de la subjetividad o su control, su fantasmagoría,  reemplazándola por lo que los objetos dicen de nosotros, según declararon algunos de sus representantes. De esta manera, por ser los objetos la materia de la poesía, un panóptico con un sujeto presente como tácito generó una hegemonía de lo visual que, lejos de desarticular la percepción, terminó imponiendo el órgano perceptual hegemónico de la tradición occidental como un centro. Reforzó una hegemonía de la percepción. Es decir, consolidó una forma de decir que devino prácticamente un núcleo automático que se reprodujo en las experiencias posteriores. Construyó su línea, su trinchera, más allá de la cual no fueron por temor a caer en la lagrimita o en la retórica. El problema del objetivismo es que siga siendo objetivista aún después de que el tiempo haya sido.

V. 
Algo semejante ocurrió con César Aira. A través de un procedimiento de pura acción que emula una performatividad maquínica que le permite escribir automáticamente una novela, y después otra y otra, terminó automatizando la experiencia literaria o, por lo menos, paralizándola. Aunque se proponga retornar toda vez a ese punto donde es posible empezar a escribir de cero, una forma automática o ese mismo retorno no son sino una línea tranquilizadora donde generar una diferencia y su valoración. El riesgo que Aira le reclama a Saer por escribir novelas de taller literario termina también aniquilándolo en su automatismo de diferencia y repetición que constituye el continuo narrativo.

VI. 
Estas dos experiencias, con todo su poder, su centralidad y su indiscutible valor dentro de la literatura argentina de los últimos cuarenta años son las puntas visibles de un iceberg que deja entrever la forma de funcionamiento de la literatura y de sus valoraciones. Se trata en ambos casos de la sobreimpresión de una línea tranquilizadora de trabajo, con una consecuente imposición formal dada de antemano sobre/en la literatura.

VII. 
El problema del arte y de la praxis literaria contemporánea no se resuelve, sin embargo, con el retorno a una experiencia mítica, ni a una de lo informe. Tampoco a través de un retorno a una posmo experiencia del pastiche. Ni siquiera a una síntesis romántica universal y progresiva.
Sería preciso asumir la posibilidad de reinvención de una forma en cada poema o en cada serie de poemas o en momentos diferentes de la praxis, evitando, en lo posible, la reificación y cosificación de una sola forma que devenga firma y, por lo tanto, valor en sí misma y, por lo tanto, línea reductora las posibilidades. Sería intentar -aunque fracasemos- abrirnos sin codificar ni condicionar la praxis de antemano. Esto tal vez implique una especie de olvido en el momento de la escritura, una reducción al mínimo de la distancia crítica, para que emerja la Bestia potente y desestabilizadora del arte. Una especie de trance no mítico, sino con la práctica concreta de la literatura como el lugar donde todo es posible.
Claro que esta práctica tiene sus límites: el primero es que el riesgo devenga máxima. Pero no se trata de buscar algo, sino todo lo contario, de que ese algo nos encuentre en la posibilidad de la apertura. Y poner a prueba eso que ahí sale con su fuerza, incluso a partir o atravesando las experiencias previas. Esto pasa muy pocas veces, pero creo que Washington Cucurto, sin dudas, está sumergido en esa fuerza desestabilizante, en esa bestialidad transformadora, conducente a nuevas direcciones y experiencias. Y no lo hace rompiendo e instituyendo un valor de novedad sobre o respecto de las experiencias o las formas previas, sino atravesándolas a partir de una performatividad viva de las circunstancias. Se trataría de una experiencia viva y en vivo que opera en conexión con algo que la desborda y que desborda la literatura misma, obturando e impidiendo su valoración plenamente positiva a partir de sucesivas transformaciones y prácticas. Hay allí una inestabilidad de las formas porque las mismas se sostienen en la experiencia como copia transformadora, diseñante, de las otras, una especie de atolondramiento a partir del cual emerge una Bestia que usa la escritura llevándola hacia donde le da la gana.

sábado, 4 de agosto de 2012

Moscas



 I
Caeremos como moscas
intoxicadas
ante el cereal (o el cáncer)
pero cada vez que crucés las vías
seremos el cereal desparramado
su olor seremos
seremos el polvo blanco espeso
que persite
o en el que seguirá transmutada
la muerte de las moscas.

II
Las cerealeras serán trasladadas
legislados los agrotóxicos
el agua depurada
pero quedaremos las moscas.


III
Abrieron el cajón
y salieron moscas
de la nariz del cadáver.

No había nada que dijera qué
o quién
solo una plaquita metálica con él
empotrado en un sombrero de paja
y con una pala en la mano.

El campo atrás.
          Soja
mucha mucha soja.
                            Y trigo. 

IV.
Las moscas salieron
en un enjambre
desde las cunetas


y astillaron los rostros
de los zombies trabajando  la cosecha

Todo negro volvieron
tanto que no se explica cómo
nadie presupuso su existencia.

















V. 
Moscas seremos
hasta que con tus manitas plásticas
o esos aerosoles
nos persigan por molestas.

Moscas en tus platos de comida
esa milanesa de soja
o los  fideos al tuco
o en tus sopas dietéticas
incluso cuando
vas al supermercado
y en esas galletitas
100% fécula de maíz
incluso ahí
seremos moscas
y nuestro gusto se pegará a tu paladar tranquilo
y creceremos adentro
hasta estallarte
(con nuestra reproducción
y nada
ni tus aerosoles
ni tus molestias
nada
impedirá
que abramos agujeros en la piel
para salir a la normalidad del mundo.

VI. 
Las ciudades se llenan de moscas
vinieron de los costados
y ya las autoridades
piensan evacuaciones masivas
hacia la luna
la luna será conquistada
porque las moscas se robaron el mundo
nada quedarán
ni los campos
ni tus palas
ni las cosechadoras
ni los cadáveres
en los campos
en las palas
en las cosechadoras
pero emprenderemos el nuevo mundo allá tan lejos
y las moscas
en el olvido.


VII. 
Aunque todo nos hizo creer que así las moscas
se irían
trajimos a la luna

esos líquidos tóxicos
por pura precaución
y aparecieron las moscas
desde el interior de nuestros cuerpos
nos abrieron agujeros
y ahí las vimos
flotando
en la poca gravedad del suelo con guadales blancos.

VIII. 
Las moscas persiguen
saliendo desde los cadáveres depositados
en los cementerios
persiguen sin pausa
los pasos de esta normalidad
ni allá cuando escribía
los montes de los eucaliptos esos altos
donde los galpones con cosecha
nada
ni allá se detuvieron
anidaron en sus ramas
y por las noches sueño
que salen de sus ramas
y a la mañana
como si lo que viera en la película dormido
me salieron del centro de las pupilas
moscas de colores
no solo negras
moscas múltiples infinitas
que saturaron la habitación
y se comieron el cosmos. 

VIII.
Solo quedamos las moscas
para recoger el testimonio de las moscas
y de los no moscas que nos parieron
pero en eso estamos
y hasta no ser más moscas
y poder descifrar mejor los códigos
nos conformaremos
con el VIII como final de serie
y sin saber aún los orígenes de las moscas.



viernes, 20 de julio de 2012

PATERNIDAD

 A Gigí, Sol, Irina y Cecilia

Nuestra hija pone sus óvulos en mi panza
después mira como preguntando qué hice
y no lo sé
la oscuridad de la tele en el trasfondo
le da al espacio la penumbra de un acontecimiento
sus óvulos descansan en un huequito de mi panza
y ella se echa arriba como para protegerlos
¿de nosotros?
Siempre es de nosotros
y sus ojos de amor nos abrazan
entonces ella saca con la cabecita debajo del cuerpo
los óvulos y nos muestra
y nos obliga a acomodarlos
y se infla toda y nos besa los dedos

Mi hija cuida sus óvulos como si fuera
Golum con el anillo en el Señor de los anillos
ya no quiere moverse del huequito
y nosotros quedamos impávidos del miedo
nos llama mi vieja por teléfono
y tengo que moverme
y pongo un almohadón
y entonces lloro con el aparato en la oreja
porque ella, con su mal
nos dice
que tengo que sacarle los óvulos
y desarmarle romperle todo
porque si no enloquecen y se enferman
mi papá grita desesperado allá a lo lejos
me lo imagino nervioso
a punto de cortarse las venas
grita
sacale eso que se te muere
y lloro toco fondo
si ellos vieran su carita de Golum
su baba de maternidad en mi panza
si ellos vieran
pero no

 Vuelvo a la pieza
y mi hija que pide que le acomode los óvulos en la panza
y se echa encima ni bien me ve de nuevo
son unos tesoros imaginarios que le brillan en los ojos
tesoros de deseo
y en un momento la tomo para llevarla a comer porque ni siquiera ya comía
y le hago señas a Fabián que proceda
con sus ojos de amor ella gira la cabeza
y nos ve en pleno infanticidio
desesperada se le tira encima a las manos del enemigo
y punza las mías
con los extremos levantados en señal de defensa
quiere arrancarnos a cabezazos y gritos sus óvulos
pero no
no hay forma
y entonces comienza a girar en la cama como ausente
buscando entre las cobijas lo que no
hasta que rendida
nos canta canciones sordas en la oreja
y vuelve a acurrucarse en mis brazos para dormir la noche.

Acaba, hace instantes, de poner otro óvulo en mis manos
pero esta vez
se queda tiesa parada
como esperando que acometamos el desenlace de la historia
y sin ilusiones. 





lunes, 18 de junio de 2012

CEREALERAS


A Mariano Garrone
y El Informante













   a-  Trabajo de campo I

Observaciones




Contacto
La suavidad de las chapas se interrumpe por lo áspero de un polvo que se desgrana. En las paredes. Apenas pasás las manos. Y una pasta pegajosa queda entre las yemas de los dedos. El viento frío deja rispideces en la cara. Gránulos. Los pliegues alejados se acercan de repente, cada vez más, hasta que una cosa tosca mojada empieza  a aparecer cada tanto. Caca de paloma, desgranándose como lo pegado en el resto de las paredes. Y en los pies unas redondeces punzantes. ¿Piedritas, granos, pedazos de basura sólida, tornillos? De golpe lo corrugado se vuelve red de cuadritos retorcidos. Un tejido. Y un aire cálido sofoca con humedad en los ojos, en los labios, en la lengua.

Aromas
Una especie de humus estancado en el aire. Pero también como si fuera un maní tostado. Ese quemado mantecoso y dulzón que siempre revuelve el olfato con deseo de más. Así de afuera. Pero de lejos, nada. Inodoro a veces. Otras, el tostado cálido en las mucosas. También un podrido tenue que perfora en el fondo. Como un fondo del aroma. El ingrediente secreto que se opaca con lo intenso del tostado. Pero está. Como esos huevos que se pudren y uno rompe y lanzan su hediondez adentro. Hasta la intolerancia de la nariz. Eso en el fondo. En un fondo opacado y lejano. Casi imperceptible. Algunas veces, cuentan, el fondo es la superficie, aflora y no se puede respirar por el acto reflejo reactivo.

Sonidos
Un zumbido de motores en pleno enrevesamiento metálico. Ecos que se disipan en los alrededores. Y como si fuera nada, se mezclan. A la caída en cortantes estampidos del cereal sobre los acoplados. Y las paleadas de las voces que gritan entre ellas un código escueto: arriba, abajo, más rápido, traé, llevá, dejálo al costado. Se interfieren como si fueran uno. Chasquidos de las lonas sobre las maderas y de las chapas golpeadas con las descargas. Bombeos de algo indescriptible que sacude el tímpano. Líquidos o sólidos. Da lo mismo. Los cantos de las palomas en celo y los vuelos que se oyen a pesar de todo.  El piar de unos pichones entre las chapas. Y ese viento que arrastra al silencio entrecortado en medio de la invasión del ruido.

Lengua
Blando acuoso en gelatinas granuladas. Amargo entre tierra y otra cosa ácida en la pared. Frío hasta casi pegarnos. Un  olor que se vuelve gusto a podrido. Podrido. Como esa vez cuando. No. El recuerdo no debe activarse por el gusto. Eso es pura retórica o efectismo sentimental. 




I.
Las mucosas quedan secas
mientras el peón hombrea bolsas
el pá y tu pá son o no peones
no importa
pero podemos ser siempre peones
incluso no siéndolo de todos modos


y aunque se/nos rodeen de plaguicidas
nada de eso puede llegarles o llegarnos
ni siquiera aunque tengas tus alergias

Dicen

Y los escuchamos, con la necesidad de los peones.



II.

Las palomas van y vienen desde las cerealeras
cuando nosotros éramos chicos
les robábamos los pichones
y los metíamos en una jaula gigante
después
se acostumbraban al lugar y aunque les abríamos las puertas
se quedaban ahí

Íbamos de noche con linterna
entre las chapas tenían los ojos hipnotizados por la luz
y nosotros aprovechábamos
pero nunca entendimos
no
si acá hay tanto veneno
por qué se quedan y cómo viven las palomas.



III. 

A los dieciocho años
compramos el primer salbutamol
antes
cuando vivíamos en el ranchito
el pá atacado sin respiración en pleno asma
salía casi a rastras en calzoncillos
al patio de tierra
al cañaveral
y trataba decía
de aspirar el aire fresco que le calmara el ataque
otras veces venía la enfermera
e hincaba un dolor agudo en las nalgas
medio dormido
mientras todo se encadenaba a lo normal
se oían los motores a todo trapo de las cerealeras en la madrugada. 



   b-   Trabajo de campo II.

Observaciones
Una malla plástica recubre los alambres de las veredas. Con una fila de plátanos enfrente. Y esas pelotitas peludas que caen sin parar. No se puede pasar. Salvo por el portón donde entran los camiones. Una cola sobre el Boulevar.  Uno descarga bajo la manga. Unas lonas de pvc traslúcido cubren la entrada y la salida del alero. Como una cortina cortada gruesa. Para retener la explosión de partículas mientras caen en el acoplado. No hay mucha gente. O están adentro. Detrás, y lejos, las vías. Son cuadras enteras a lo largo de las vías, sobre el Boulevar, hasta la Plaza de las Malvinas.  Pero solo uno de esos galpones funciona. A los demás los tapa el óxido y los yuyos y los tirantes desprendidos. Por encima se conectan con tubos que parecen plataforma de despegues de naves espaciales. Dicen que, a veces, se ven hombres como monitos diminutos trepando entre los hierros. Nunca parece haberse caído nadie. Solo enfrente, en la Estación, a principios de siglo, un hombre mató a otro por celos, según las crónicas de los diarios y de los historiadores. Y cruzando la plaza, en los galpones del sindicato, a principios de siglo comenzó la primera huelga obrera en la provincia, se desató acá y copó de repente como un cáncer los demás departamentos. Hubo balas. Y muertos. Pero no por las construcciones. Al menos, eso parece. Lo demás, estos galpones y tubos y chapas oxidadas siempre borraron cualquier tipo de historias y se conformaron con la visibilidad de sus apariencias. Hasta hacernos creer, tal vez, que son solo eso. Una construcción arquetípica. ¿De qué?

Contacto
Los hilos en relieve de los alambres. Cortados abruptamente por los rectangulitos de las cercas. Y arriba, en el primer contacto, una red a cuadritos que forra homogéneamente hasta hacer desaparecer el trasfondo. Hace calor primero, pero a medida que uno camina, un frío sólido va intensificando la palma. Y de tanto andar, el polvo pegajoso comienza a aglutinarse. Los grumos amontonados en el frote de las manos.

Aromas
Está como ese olor a  un pasto mojado y pulverizado, o mejor dicho, al cereal recién acumulado en los acoplados. Porotos de soja desenvainados y frescos en las narinas y  esas flores de los plátanos que apenas tienen un toque de manzanilla.

Sonidos

 
Lengua
Hinchada ya por tantas partículas. Como si quedaran allí solidificadas y un gusto a cemento y la consistencia, la dureza del cemento ahí. Casi irrompible. Incorruptible. Delirantemente dura. Van quedando sin desprenderse y con un amargo profundo que hace babear más amargo, cortando todo, incluso, el deseo de gusto o la posibilidad de expresarlo. Hacia el final del recorrido, ni siquiera hay ganas de sabor. Sólido amargo permanente.


IV. 
El caballo apareció reventado en medio de las vías
los veterinarios encontraban
las vísceras en los rieles desparramadas
y adentro una pasta verde
idéntica a la de las chinches.



V.
Desde la ruta parece
una burbuja de luz en lo oscuro
esto
allá y ahí
donde sobresalen unos reflectores dispersos
en las cimas de los silos
un cinturón que corta al medio la geografía
y que encapsula en sus alrededores
hasta fundirse en los vapores de unas partículas espesas
que flotan sobre los corrales.

 


VII.
Ella destendía la ropa
y de golpe
un aluvión de olores empezó a sofocarla
las chinches caían y explotaban en el césped
como la plaga de Egipto
y con sus ácidos verdes y pegajosos
en los pelos y en la ropa

Tuvieron todas las ellas que correr
coreográficamente
desesperadas dentro de la casa
dejando caer los pocos trapos en el fuentón
sobre todo porque después vinieron las partículas vaporosas
y cáscaras –pedacitos diminutos
de alguna semilla pelada
que se les iba a meter adentro
pero precisamente adentro ellas
todas las ellas
tenían el salbutamol
                                 
                                      y no tuvieron miedo.



   c-    Trabajo de campo III.

Observaciones:

Contacto:
El aire cálido del río. Una leve brisa en los pies. Una humedad que pega los pelos, la ropa. No hay ni siquiera polvo en las barandas. Apenas un escalofrío que no sabemos de dónde ni hacia dónde sale.

Aromas:
 El ozono emana desde el río derecho a las narices. Un par de cruces con las flores de los tilos y el césped recién cortado. Intensidad de una naturaleza que ya no sabemos cómo insiste. Paz.

Sonidos:


Lengua:
 Como si el barro se metiese en el paladar. Solo eso. Pareciera que no hay sabores más intensos. Tanta plenitud, tanta, que no puede ser real.







 


FIN


Las voces en off reproducen notas de periódicos locales. La primera es un fragmento de una nota de Mariano Garrone en El Informante, del 11 de Junio de 2011. La segunda es un fragmento de una de La Capital de Rosario, de Javier Felcaro, fechada el 6 de enero de 2009.

martes, 5 de junio de 2012

Poema de terror

Ella dice
explotó el televisor y el microondas
el tipo
ese que vino a arreglar el tanque de agua
fue empujado del techo
casi casi se mata en el piso
y yo misma
yo vi la sal adentro del televisor
como si hubiera llegado del mar que

kilos y kilos y kilos de sal ahí
del mar que acá no existe
y él
con su cáncer creciendo
pedía un cuchillo para matar el Mal
que lo persigue
dice
en lo oscuro

Todo parece una película lejana de brujerías y esas cosas
pero el miedo es real acá y
en la voz en el teléfono
como la telenovela esa vieja
pero no
mientras quería escribir que él decía que el diablo
sí, el diablo, lo perseguía
acá se me cortó la luz
y se me borró el poema
y recién hoy
con más coraje
pude retomarlo
porque si todo esto es tan así como se cuenta
también debería existir lo otro
la luz o el Bien
y no hay nada que temer
además
yo tengo a mi hijo paloma superhéroe
y con él nadie
pero nadie puede.  

domingo, 3 de junio de 2012

a-

A Gabby de Cicco
y a la torta dandy

Fue ese libro del francés
cuando dialogamos como si siempre hubiéramos
y hoy también otro libro
-tuyo
fue la experiencia decimos
que no se busca
pero que siempre estuvo ahí
y lo mejor
porque así pasa con lo auténtico
ni siquiera nos habíamos dado cuenta
tal vez

porque siempre anduviste en los caminos laterales del tiempo
escurriéndote adrede
ahí
donde nos pariste a todos fuera de tu falo uterino
y ellos o algunos ellas
tal vez no quisieron / no quieran escucharte
-y todos sabemos porqué
pero no importa
siempre en riesgo en la experiencia que nos construís
tu estirpe
haremos abrir de piernas las Instituciones
desde adentro
como las polillas que roen el asiento del dictador
para que den verdaderamente a luz
y expulsen la placenta putrefacta de su reproducción.

El púber P

jueves, 31 de mayo de 2012

El Púber P y Cristian Molina son dos pedazos de forro

Como si fuera poco. Nenito. Entro a MI espacio y me colgaste un poema. Uno sabe. Que vos, poca culpa tenés. La cosa es con el otro. El que dice ser mi agente, mi editor, mi representante. Hijo de puta. Trolo de mierda. Eso es. Porque. Se hace el buenito. Y me manipula como muñeco. Su muñeco. Y a vos te va a hacer lo mismo. Ni bien pueda. Es que no te das cuenta todavía. Pero alguna vez entenderás -te falta poco para entenderlo. Les cedo el espacio a los dos. Son tal para cual. Saquen mi nombre de todas partes. Mi nombre que hoy ya vale por sí mismo. Y fue tan fácil. Mirá si sentado en una computadora. Conseguí notas bastante elogiosas en los diarios. Mirá si no voy a poder solito sin el impostor. El Niño C vale por sí mismo. Repetimos.Y era tu  súper firma que disponías a la venta en la góndola de la literatura, nabo: ahora te quedaste sin nada. Por lo tanto, como las masitas Bagley no necesitan de sus obreritos, ni de sus gerentes ni de nada, que son puros reemplazos. El Niño C tampoco requiere ya de vos simulacro de editor que te hacés el buenito. Y que le cuelga en el Blog -en su propio Blog- un poema del otro. Que me dice que no existo. Bueno, ahora no voy a existir en serio. Quedáte con el otro. El nuevito. Porque acá lo que importa es ponerle título de nuevo o de jovencito a cualquiera. Eso es re vendible. Posta. Así que hagan lo que quieran. Pero conmigo no cuenten. El Niño C puede solo. Sin agentes. Sin editores. Sin metepúas. Vos escribirás tu literatura elitista (en la que no caben "los villeros"): y ahí no comulgo: yo amo las Bestias, los villeros, la lacra. Vos tendrás tus pruritos arios. Te los regalo, forro. Y chupáme esta. Total, ya te debe gustar para que te haya tomado en su "elite" de estrellitas el pedazo de puto -el putón patrio. Y vos, simulacro, sí, vos, pedazo de mierda, te vas a arrepentir de haber jodido así a tu súper firma. Nadie te va a reconocer. Vas a ser nada en el mundo donde se necesita serlo todo mediante una marca. Y sí, yo era la tuya, pelotudo. Bueno, ahora te jodiste. No cuentes conmigo. Y sacáme el nombre del blog, marica.

EL NIÑO C

miércoles, 30 de mayo de 2012

La revolución de la felicidad en el programa de Guido Kaczka

De El Púber P
(El Niño C no existe)

En el programa de Guido Kaczka
el gordito se ganaba un plasma
otros dirán que esto es frívolo
y que reproduce la estructura de dominación
y qué sabemos cuánto más
pero el gordito era feliz
y nosotros  mirábamos que había papel picado
y luces que dibujaban aureolas en el aire
una música buenísima
y unos chongos impresionantes
-ningún villero
todos arios arios y lampiños
niños pequeñitos amariconados con sus ojos verdes
que arrastraban el deseo en fantasías perversísimas-
por lo tanto
el gordito y Guido y nosotros
-les juro-
éramos felices
y tan babeantes quedamos
porque además
como si fuera poco el premio
el programa le había cambiado al pibe
posta
la forma de mirar las cosas.

martes, 29 de mayo de 2012

Prólogo y primera entrega de Machos de campo en Letra Cosmos

El púber P
presenta

MACHOS DE CAMPO
            



Prólogo
Quisiera creer que aún hoy los folletines y las entregas son posibles. Aunque no. Pero de todos modos, la literatura es eso donde todo debe hacerse posible, siempre. Incluso insistir con el pasado. Porque el anacronismo debe someterse a prueba, a interrogación, en el presente, para ver si es posible su futuro. Y acá vamos. Machos de campo permanecía inédito. Ya no. La valentía fue de Letra Cosmos que se atrevió a acercarlo –y/o alejarlo– del lector: de  a uno por día o por semana. Da lo mismo. Pero como antes. Cero novedad. Cero juventud. Porque estamos hartos de estas palabritas.  Uno nunca sabe o, mejor, siempre sospecha los reparos, los prejuicios, los valores que se vierten sobre los temas y las formas. El desafío es desafiarlos. O pervertirlos. O intentarlo, más allá de lo que pase. Porque el arte debe ser hecho por todos; lo que equivale a decir por cualquiera y con cualquiera. Por eso, el Púber P se anima a su cualquierización. Incluso al ridículo. Que digan lo que quieran. Están invitados a eso.


La primera entrega haciendo click aquí.

domingo, 20 de mayo de 2012

Festejemos

A Mercedes Gomez de la Cruz
-nuestra Sor Juana del presente-

No quiero pálidas esta noche
solo dame fernet con coca
y un poco bastante de comida
no importan los excesos
mucha mucha fiesta
hasta perderme del pedo
y olvidarlo todo
el epiplón cancérigeno
el mes y medio de vida
tu vejiga tomada
esto entre las piernas
todo
no me interesa tampoco
que hablemos del niño por venir
que nada diga nada
solo dame fernet con coca
que quiero olvidarlo
olvidarte en lo posible
que solo haya música
y baile y descontrol
que si están los caretas
o los gringos con plata
o las señoras degaretos
les escupamos las caras
y nos digan que somos los negritos borrachos de siempre
y después larguen chismes por el pueblo este de mierda
que nos sentemos en Carola quiero
el único bar de esta ciudad
pueblo-ciudad

el único
y nos descontrolemos burlándonos de todos
gritando cosas horribles que las morales estas puritanas con alajas no soporten
incluso esos chongos ahí
que se hacen los machos mientras desean el falo de los amigos
esos pelotudos
que hacen de sus biblias la gran biblia de la buena conducta

en este interior alejado de la gran cabeza del mundo

acá
nos hagamos los raritos
aunque sea una noche
solo dame fernet con coca
y vas a ver

eso
fernet con coca
y vas a ver cómo
por un ratito
al costado de la ruta

cambio el mundo.

Acontecimiento

Fue así
como si al abrir los ojos
todos hubieran muerto
y sus historias
      tus historias
con ellos también

No había ni sol
ni luna
ni llovizna
solo cadáveres
que eran también partes tuyas
apilados ahí
en vos

Y tampoco era un sueño
ni siquiera una imagen
ni siquiera la realidad
era. 

lunes, 14 de mayo de 2012

El simulacro de editor

A Mariana, Irina, Javi y Rafael
Leo la nota de Osvaldo Aguirre del primer domingo de mayo. Al parecer, habría, según sus  palabras, una tendencia rosarina a premiar y editar obras que no sean "tan experimentales", debido a un miedo a la ilegibilidad, al riesgo que supondría para el emprendimiento editorial hallar lectores (en pocas palabras: vender). Aguirre sostenía que, por eso mismo, generalmente los primeros premios del Concurso Municipal no son los mejores, si no los segundos u otros. Al mismo tiempo, escucho la nota que REP le hace a Spregelburd en "El holograma y la anchoa". Spregelburd es categórico: "sin experimentación no hay arte". Una coincidencia extraña comienza a configurarse de golpe. 
A principios de año, cierto editor planteó que no publicaría Machos de campo por el carácter demasiado experimental de un último cuento que, de alguna manera, tensionaba la forma y le daba un giro novelístico a todo el libro, como en Los desterrados de Horacio Quiroga. Pero que, además, esa especie de chat en bruto que se desplegaba allí, era como muy muy "experimental". Ok, tenés razón. ¿Qué más podía decirle? Agregué, eso sí, que con los criterios editoriales no me meto. Si no querés publicarlo por experimental, no lo hagas; pero me parece un exceso y no entiendo bien a qué te referís con esa categoría. Sin embargo, estos días -a esto no se lo conté al Niño C todavía y lo hago ahora usándole el espacio del blog- reparé en que sí tenía ganas de meterme. Y aquí estamos. 
En Zonas ciegas, Graciela Montaldo habla de experimentos culturales en el sentido de ejecuciones o de dispositivos que provocan efectos más allá del campo en el que fueron pensados. Tal vez, pensé, un libro con una temática gay (y por tanto urbana) en un ambiente rural, en el campo, llevando al extremo una tematización que ya comienza a configurarse en Moreira (tanto de Gutiérrez como de Aira) y que está barrosamente expuesta en Alambres, de Perlongher, hayan, de alguna manera, afectado la sensibilidad del editor y, sumado, es cierto, a esa especie de puesta en tela de juicio de los géneros, paradojalmente tan quirogueana, lo hayan ahuyentado. ¿Cómo presentar y hacerle digerible a un lector rosarino esas dos coordenadas? Pienso que fue eso lo que se le cruzó por la cabeza. Digamos, la imposibilidad de asumir un riesgo en la edición. Sobre todo por lo que esgrimió como argumento: -Me parece que tiene un alto valor literario el libro; PERO... (Sería bueno releer Dejen todo en mis manos de Levrero al respecto). 
Más allá de que todavía no alcanzo a comprender su idea de experimental, sí me parece que una cierta insistencia en entrevistas y notas que el editor pregona, la de editar autores "reconocidos", viene a reponer bastante el estado de la cuestión. Digamos: cero riesgo, por tanto, cero experimentación, por tanto, cero intervención en el mercado editorial, por tanto, reproducción, por tanto, catálogo vendible, por tanto, chapeo. En fin, ese perfil, el del editor anti-experimental que se configuró de golpe, hizo aún más nítida la característica de su contrario. Por ejemplo, la de ese Achaval Solo que Aira construye en La nueva vida; es decir, un editor auténtico -no un simulacro de editor- que asume el riesgo de publicar a un autor nuevo, desconocido, a pesar de que tenga que luchar con el paso del tiempo y con la historia del mercado editorial misma, de los cuales, sin embargo,  sale indemne persistiendo en su idea por creer en la potencialidad del texto del autor y de su valor literario - a pesar de/con sus imposibilidades materiales para ejecutar dicha tarea. En cambio, el simulacro de editor no puede más que escudarse en reproducir un catálogo de estrellitas reconocidas y moverse, así, esgrimiendo con orgullo y con el pecho insuflado el placer de haber editado a tal; pero nunca a su obra, nunca a su texto, si no a la firma que puede mercadear simbólica y económicamente en su espacio  de interacción. Al contrario de lo que supone el arte para Baudelaire; es decir, un camino hacia lo desconocido, él asume su rol de simulacro y se condena a la publicación  de lo cristalizado por una legibilidad pacata y, por lo tanto, del no arte. 

viernes, 11 de mayo de 2012

Tratamiento para el dolor

Abuelito nunca quiso ir al médico porque según él, nunca le curaba nada. Al contrario, decía, con insistencia, que el médico no podía hacer nada nunca, que se curaba solo. El día que tuvo que ir al médico, este ya no pudo hacer nada.  Las úlceras le recorren el tracto digestivo, el carcinoma está en un estado avanzado. No hay nada que hacer. Entonces, si abuelito pudo confirmar la primera parte del pronóstico, tal vez la segunda, nunca la confirme. En fin, cosas que anoto ahora, para tratar de hacer más visible eso que acaba de suceder. Un avatar más de nuestros cánceres. Uno más. Nunca el definitivo y siempre reconfirmando el pronóstico de abuelito. Nunca hay algo por hacer. Cuando el cáncer es, es y punto. Ahora todo se reduce a un buen tratamiento para el dolor. ¿Y del nuestro, quién se ocupará? Nadie. Para eso, el médico no tiene nada que hacer. Tampoco.

sábado, 5 de mayo de 2012

No cuenten conmigo para las líneas rectas (perfectas y sublimes).

 Para Irina Garbatzky,
cuyas charlas hicieron precisar aún más el camino.

Ciertamente. Una vez, una jurado [y periodista] de concurso literario, le dijo al Niño C que sus cuentos temblaban, que perdían en un momento el punto de vista del personaje, como si ahí se hiciera evidente una pérdida de su voz o su artificialidad extrema,  y que su operación literaria se sostenía en el columpio de una telaraña a punto de cortarse. Por eso, sus cuentos eran horribles, "técnicamente deficientes". Claro. Nos decíamos. Me decía el Niño C. Lo que denotaba esa valoración banal de la jueza (o mejor dicho, de la policía literaria que va en busca de la tecniquería con toda su superstición, a diferencia de una lectura abierta a la literatura en tanto espacio de posibilidades como la de Irina Garbatzky) era un profundo olvido de todos los acontecimientos literarios que habían mutado las formas de narrar en la tadición literaria argentina, por lo menos, desde los '70 (y un poquito antes también). Olvidaba las desarticulaciones del punto de vista que Osvaldo Lamborghini, Luis Gusmán y el propio César Aira habían promovido desde entonces. El primero, mediante una estética del choque que nos sumergía adentro-afuera de las voces narrativas, bajo la impresión de una "cosa gorda redonda" que salía y se metía en las voces de los personajes, intercalándolas con los puntos de vista de uno o varios narradores que parecían actuar, por ejemplo en el Fiord, bajo la mirada y la voz de un voyeurista sádico (¿el autor, el lector? ¿quién sabe? ¿e importa?). El segundo en esa proliferación de cadenas orales que reproducen un jadeo en la sintaxis, haciéndonos participar de la dualidad de un mundo repartido en las cuentas de vidrio de un frasquito destrozado. Y el tercero, dando saltos en la narración desde Moreira mismo, pero sobre todo en Emma, la cautiva, siguiendo y desestabilizando las construcciones de voces narrativas que Manuel Puig había consolidado como empalmes cinematográficos poco antes y recordándonos (algo que la jueza olvidaba) que el verdadero arte es un error en proceso pleno, que abdica de sus resultados, porque solo allí una experiencia auténtica es posible. Todos ellos, tensando la verosimilitud de sus cuentos precisamente a partir de una voz que no ocultaba el artificio, que se mostraba como tal, y que, por lo tanto, solo arriesgando la posibilidad de la creencia en su propia verosimilitud, especulaban una de las formas de la verdad en el arte (desplazando la verosimilitud identificatoria del populismo literario que se había consolidado desde Martín Fierro bajo el uso disfrazado de una voz). La auténtica forma de la verdad en el arte es su riesgo, su tensión, su puesta en tela de juicio de cualquier tecniquería. Y más acá, acontecieron esas otras dos Bestias narrativas que continuaron y desarticularon el camino, Benesdra y Cucurto, que desestabilizaron las divisiones tajantes entre autor-personaje-narrador, a través de la presencia fantasmática de una especie de Bestia narrativa que se presentifica siempre en la/s voz/ces del/los relato/s eclipsando la posibilidad de localización de un espacio lleno del sentido, cortando la simplificación banal de la mera autobiografía o de la ficción extrema. Por eso, no cuenten conmigo para volver a la línea recta de otra tradición más clásica. Porque el Niño C no escribe en la temporalidad tradicional del corte vanguardista. El Niño C se hace cargo del pasado para filtrarlo en el presente y hacerle vaticinar un futuro a través de su tránsito. Y de esa manera cree desesperadamente eso que Daniel Galera, en la novela Cordilheira manifiesta/descubre a través de los personajes: que la vida tiene que contaminarse de más literatura, que la única manera de hacer soportable el mundo es literaturizándolo, que uno tiene que empezar a vivir como los personajes de la literatura. Por eso, Wachiturro es mi hijo no convencional; por eso, además, no se puede mantener una posición rígida en la narración ya, porque se hace insostenible la división entre el arte y la vida y en esto sí, es un heredero de las vanguardias históricas.

sábado, 28 de abril de 2012

Autoayuda callejera



A los chicos del Clubeditorial RioParana

Fue la mañana cuando la lluvia
hasta los pies sobre los adoquines
ni la parada nos cubría
no
y el cole

allá adelante
dejó a un tipo y ni pelotas
a las señas y a los gritos
con el bolsito revoleado
y nos seguimos mojando
¿porque el día así lo quiere

seguiremos en la esquina
aunque no
el viejito desdentado
medio onírico o real
el frío nubla todo
el frío cruel de un abril partiendo
el Frío
que comprime hasta el delirio

tal vez él
lo hacía tambalearse
con su camperita sesentosa
esos lentes de botella
tal vez

el Frío
lo hacía tartamudear
y lanzar
así como si nada
en hirientes espléndidas profundas
sabidurías
esas que los años
sus ochenta y cuatro declarados
esas

que a medida que pasa el tiempo
-bajo muchas lluvias y fríos como estos
uno tiene que aprender a saborear menos deseos
eso
porque así empezamos (o terminamos de
decían
en plena decadencia
a valorar lo poco

lo poco que juntamos
incluso hasta cuando tenemos un cáncer

tan terminal
¿viste
hasta ahí
la buena onda
eso

la buena
la onda buena
puede sobrevivir o sobrevivirnos
y allí iremos donde mi nietito recién nacido
y entonces
nuestros oídos estupefactos
y la Bestia descontrolada
que buscaba sus cuadernos
y esto que ahora
tal vez

ahora
sea
en todo lo demás
la genealogía de nuestros cánceres
o la cura a 
la tía dejándose morir en la ortopédica
abuelito con su epiplón invasivo
y la má y el pá y el otro tío
y vos
tal vez vos
o él
o los suyos
como resignificados
por la palabra mojada
en la lluvia y en la vejez de una voz que se desgasta.

(Acabamos de subir al 153 (por el) que nunca perderemos). 

miércoles, 25 de abril de 2012

Pobreza y cáncer

La ensalzada diosa Pobreza
que  aman los misericordiosos
y que defienden como valor supremo las escrituras
o que identifican como pueblo los correctísimos
es tan perversa como un Dios:
por ejemplo
si tomás agua de un aljibe
con alto contenido de arsénico
por carecer de agua potable
y por años
lo más probable es que tengas un cáncer:
en el páncreas, en el intestino o en la vegiga
y para eso no hay política que cambie las cosas.

Genealogía del cáncer

Empezó la má con sus durezas
que no quizo mutilarse
y después el pá
con sus quemaduras en el sexo
por eso todo
un grano
un estornudo
una manchita
asustan
porque duele acá en las entrepiernas
el encapsulamiento líquido que crece
duele desde anoche
tal vez porque anticipaba la noticia

la noticia
abuelito también ahora tiene cáncer
y la nona llora en el teléfono
como pidiendo una ayuda mágica
ante lo que es
el cáncer y su genealogía implacable
ahora en el intestino
como al tío en el páncreas
porque todo lo aquí dicho es inexacto
todo empezó quién sabe en qué orígenes
el tío tirado en la cama con un agujero en el estómago
y la morfina que la tía le daba a cuentagotas
y todos alrededor mientras cerraba los ojos
después de la última mirada panorámica
la má tendía la ropa
yo le dije
el tío
y moví la cabeza
y ella lloró desconsolada
y cruzamos el patio
y él nos dio la última mirada
porque el cáncer dicta

su genealogía fatal uno a uno
hasta que todos
todos

terminemos en la misma línea
como gladiadores o como Sísifo
según lo determine la moira de la sangre.

martes, 24 de abril de 2012

Gestione y compre. Humanidades (& Arts)

A l@s pequeñ@s inexistentes
;)

Hicieron el trabajo sucio
nosotros
colaboraron calladitos
pero hoy ya no somos nadie
antes sí
es que sin escritura
somos nadie
por decisión
expresa decisión
de la voluntad EN turno

y se reúnen (nos reunimos) 
y discutimos (discuten)

¿Para qué y por qué si somos nadie

¿Acaso hay una Bestia
que espera domesticada
para salirse del encierro

Falta poco
poco, sí
y la má siempre dijo
que no juguemos con nuestro fuego. 

Profesor Cristian Molina
Q.E.P.D. (2004-2012)
Auxiliar de primera (sin extensión de funciones).

jueves, 22 de marzo de 2012

Un pedacito más de El colibrí

El recorrido del colibrí era laberíntico. Había caminos que se bifurcaban plásticamente en parábolas. De las paredes salían escaleritas tan chiquitas que parecían hechas, en realidad, para alguna especie de animal enano. Los pasillos, a medida que avanzabas, se estrechaban más y más. Pero la sensación de encogimiento no se percibía por la música electrónica a todo lo que daba y por los microchips de las paredes que no paraban de titilar transportando una información indescifrable. Los números de las habitaciones estaban mezclados, para completarla, así que tuve que pasarme como media hora buscando el 78 hasta que finalmente llegué –y gracias a que le pedí un gps a uno que se estaba haciéndose hacer un pete en el pasillo.

La piezucha estaba buenísima. Reproducía una capilla de esas con vitraux estrafalarios. Esta tenía unos animalitos con cuerpos de frutas que se esparcían sobre un paisaje montañoso. Había seres con cuernitos y humanos mezclados como en una orgía de pájaros gigantes y naves o probetas gorditas zambullidas en un lago y en praderas. En el fondo, una cruz con una ranura donde se pagaba con tarjeta. La cama era una Biblia con sábanas de un alfabeto rarísimo. No había ventanas, sino un proyector que se ajustaba a la ambientación de la hora del día que uno elegía para la cogida. Y como condición necesaria, repetía el televisor, había que disfrazarse para que la mujer no se enamorara. Una careta de pájaro colgaba de unos ganchos en la pared. Me la puse. Parecía el pájaro loco.