martes, 16 de junio de 2009

La escena

Una vez, en una lectura en el bar del teatro El círculo, una señora que daba más risa que amor, con su sombrerito rosado y con una plumita amarilla que sobresalía, fálica, en la cabeza, le sugirió al Niño C que leyese lo que estaba haciendo, que mirase de nuevo lo que había escrito, las diferencias entre una cosa y otra; para ella tenía que volver atrás y, así, supuestamente, darse cuenta de los cambios que había hecho y, por lo tanto, definir un rumbo definitivo de escritura. A veces, esos comentarios pecan de ingenuos; presuponen que alguien escribe y no se da cuenta de lo que hace. A veces, también, esa ignorancia es cierta; podría decirse que la mayoría, y que sin esa suerte de ignorancia, sin el desconocimiento y la incertidumbre que se abren apenas se comienza a teclear en la pantalla en blanco o a escribir, con una birome, por ejemplo, en un cuaderno o en una hoja, sin eso, la escritura sería imposible o, mejor, la literatura devendría un mecanismo mental lanzado a la repetición. Pura maquinación y prótesis sin riesgo y no habría más lectura que hacer que esa. Pero en esa ocasión, la ingenuidad de la Señora de sombrerito fálico lo dejó pensativo. Y mientras todos me saludaban y otros complotaban, atrás, con sus Lanzallamas, sobre la porquería que había escrito, no podía dejar de sacar de la cabeza las palabras de la Señora. En realidad, era como si la plumita amarilla me hablase con su boca deforme y chillona por encima del sombrero (hago una disgresión: en un capítulo de Mucha Lucha. A Way of Life, el dibujito que dan a la medianoche y que fue creado por Eddie Mort y Lili Chin en 2002 -Cartoon Network-, Rikochet encuentra un traje, con sombrero mexicano. El capítulo avanza y el sombrerito se vuelve extremadamente maldito -al punto de que le salen dos ojitos rojos achinados y una sonrisa deforme con dientes afilados- y empieza a manipular los pensamientos y el cuerpo de Rikochet. Hoy creo que la plumita amarilla era la prueba fehaciente de que esas cosas imaginarias, de dibujito animado, existen y conviven con nosotros) y era, también, como si repitiera, taladrándome, una resonancia hija de puta. El Niño quedó como un atolondrado en medio de los inconformes -escena que no dejo de repetir cuando produzco la sensación de ser un idiota que hace cualquiera; o sea, siempre- y cuando se estaba retirando, en la mesa de Junco y Calpulí en la que estaba, sensual y voluptuosa, Mercedes Gomez (Sor Juana Inés) de la Cruz, le gritó, con todo y sin reparos, que se negaba a ser como Aira -pobre de él- que repite hasta el cansancio lo mismo; que se negaba a escuchar la voz de la plumita y que no iba a definir, ni siquiera iba a pensar en definir, un rumbo de escritura -si eso no era definirlo ya. No te parece que es fácil así. No hay riesgo, ese riesgo que Aira le pide a Saer porque escribe para un taller literario, él tampoco lo tiene, ¿o no? Sor Juana lo miró con los ojos de gato asustado. Está bien, mirá qué bien, se atrevió a largar mientras estaba como loco y tiraba manotazos de marioneta al aire y los chicos decían desde la puerta que se iban, que lo dejaban si seguía así. Y Sor Juana concluyó:- Lo tendré en cuenta para mis presentaciones. Hoy creo que lo peor que pudo haber hecho el Niño C es haber gastado tanta energía y minutos de atención en semejante escena y pensamiento; pienso además, que cada vez que piensa algo, otra cosa lo borra y no le importa un carajo. Así son las cosas; están hechas de instantes y de vacío, como el pensamiento.

2 comentarios:

Guillermo Coda dijo...

Niño C, muy buenas tus reflexiones, y tu estilo. Sobre esta escena en particular, del rumbo, de fijar un rumbo, pues opino que ese no es el problema, el problema esencial es encontrar (desnudar) la propia escritura, después, el rumbo se fija solo ¿no te parece?.
Saludos.
PD: si querés visitar mi blog, es: http://guillermocoda.blogspot.com

El Niño C dijo...

No, Guille, no estoy de acuerdo. Creo que cuando el rumbo se fija, uno se vuelve una marca total y fácilmente consumible. Si el rumbo se fija, hay que pervertirlo, necesariamente. Pero bueno, son puntos de vista y formas de ver el arte desde maneras distintas. Saludos y gracias por tu comentario.