miércoles, 25 de marzo de 2009

SUPERSTICIONES LITERARIAS I

En 1932, dentro del libro Discusión, aparece un ensayo de Borges titulado "La supersticiosa ética del lector". En el mismo, JLB ataca algo de lo cual adolece la literatura o, mejor dicho, el prejuicio de ciertos lectores sobre la literatura: la perfección estética entendida como estilo o correcta redacción de una frase. El párrafo que abre el ensayo sostiene que "La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informarán si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles." Contra una práctica de la lectura; pero también, indirectamente, contra una forma de escribir, Borges ataca como valor literario la corrección fraseológica y estilística. Es más, esa posición lo llevará a sostener que "La página de perfección, la página de la que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la más precaria de todas. Los cambios del lenguaje borran los sentidos laterales y los matices; la página “perfecta” es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la página que tiene vocación de inmortalidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba." Creo que esa insistencia borgeana en una literatura auténtica -la palabra es de Aira-, indiferente a la tecniquería, es la que permite hoy seguir escribiendo. Claro que en la apuesta borgeana hay una creencia en la multiplicación de versiones a la que conducen necesariamente los errores de una literatura que trasciende el valor de la perfección formal, en pos de la emoción o de la convicción propia. Así suelta, la verdadera literatura escapa de cualquier determinismo; incluso el del idioma y el de su gramática, para alterarlo. En esta dirección, en el presente son varias las experiencias que pueden pensarse en sintonía con los postulados borgeanos. Los ejemplos redundan en la literatura; pero quien mejor lo ha entendido -extremándolo- es Washington Cucurto. De entrada, la estética del "escribir mal" que sostiene en Por qué hay que leer a Dalia Rosetti, lo posiciona en sintonía directa no sólo con Arlt y con Aira, a quienes rescata en el texto, sino también -aunque le pese- con las ideas de Borges. Pero lo más característico de Cucurto es poner al idioma en el cruce de la voz o, para ser más preciso, en hacer del idioma pura voz que desafía todo tipo de puntuación o de sintaxis o de corrección estilística, para someter al lector a una entonación propia, no a la convención de la escritura y de la lectura. En esa dirección, me parece, estará hecha la literatura del futuro, en contra de la imposición homogenizante de todos los manuales de estilo que circulan en el mercado.

viernes, 20 de marzo de 2009

Comienzo

Si no quieren leer, no interesa (aunque interese).
Si no quieren dejar comentarios, menos (aunque también interese).
Voy a escribir igual y a saturar este lugar, porque es lo único que puedo hacer sin pagar los costos de publicación que mis bolsillos ni siquiera miran de reojo.
Y, también, a pesar de todos los pronósticos.